Solo hay un problema en el mundo, la ausencia de bendición. El espacio que deja esa ausencia, se llena con maldición.
Si lo vemos así podemos tomar más conciencia de qué, cómo, cuando creamos ese vacío y la desaparición de la bendición en nuestras vidas. Recuperando el espacio de la bendición y llenándolo de esa radiación tan benévola, las acciones que se derivan fruto de la maldición tienen menos cabida.
Hay naciones, pueblos que históricamente se han sentido «malditos». Hay pueblos que se les llama en el mundo árabe «Al Bidun», los sin nada, en concreto ese nombre lo descubrí en Kuwait cuando estuve allí en ocasión de la primera guerra del golfo y 15 dias después de la liberación del emirato. Al bidun, los hombre-sin… sin nada..
Hay castas en el mundo que parecen casi malditas de tan bajo que se las considera… los hombres-sin…
La desigualdad genera ese espacio de ausencia de bendición… en ella entra la amargura, las comparaciones, la incomprensión, finalmente el dolor, la rebelión y las ganas de robar la bendición a quien la tiene.
No se sale de la maldición robando la bendición del otro, se sale, cerrando el espacio en el que se dió cobijo a la maldición. Se sale, creando el espacio para la bendición y no dejando huecos, recovecos, cracks, por donde se cuele ni una pizca de maldición. Porque por muy pequeña que sea esa fisura en nuestra bendición, por ahí entra la maldición haciendo todo tipo de escollos, infectando todo a su alrededor, como una peste contagiosa que viene acompañada de una profunda corrupción interna en el ser humano.
El resto, es la historia que leemos en la prensa todos los días, la barbarie, el horror, la crueldad, como un reflejo de esa ausencia de bendición y la aparición de la maldición como una gran okupa.
Esto simplifica las cosas a nivel personal porque podemos siempre auto-indagar y contemplar si nuestra vasija esta llena de bendición o de maldición y qué podemos hacer para cambiar las tornas, cambiar la naturaleza de la fuerza que nos invade.
Cambiando formas de pensar, ser, sentir y obrar, cambiamos el contenido de la vasija, pasamos de la maldición a la bendición.
La Fuente de todas las bendiciones quiere rociarnos constantemente de bendición… somos nosotros quienes, tentados por voces ajenas a las de la verdad escuchamos y reaccionamos desde la carencia, ese estado en el que nos percibimos tan vacíos que más vale llenarnos de algo, aunque sea de amargas maldiciones.
No caigamos en eso, si todos nos llenamos de bendiciones, por el fruto de nuestras elecciones justas y sabias, podremos llenar el mundo de bendición y entonces no habrá lugar a la maldición en nuestras vidas, en nuestras sociedades, en nuestro mundo.
Bendiciones!
Barbara Meneses
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